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06 abril 2010

"Brujo" condenado a muerte en Arabia Saudí

Yo les multaría por estafadores pero hay lugares donde eso no les parece suficiente.
Ali Sibat es un musulmán de cuarenta y tantos años que tenía un programa de televisión en la cadena libanesa Sheherezade. Sibat afirmaba poseer poderes mágicos, algo que demostraba con trucos de magia, adivinaciones y cosas así. Es un estafador, como todos estos individuos, pero la cosa se le escapó de las manos. En el año 2008 viajó a Arabia Saudí en peregrinación y no vió en su futuro que iba a ser reconocido y detenido por la policía religiosa de ese país (llamada elegantemente Comité para la Promoción de la Virtud y la Prevención del Vicio).
Sibat fue acusado de brujería y ante semejante delito fue condenado a muerte. El motivo es que para muchos mulsulmanes, la magia, brujería y demás tonterías no sólo existen sino que son inequívocamente diabólicas. Según el tribunal islámico, al hacer sus trucos en la televisión libanesa Sibat estaba realmente invocando al diablo con quien probablemente tenía un pacto que le hacía posible realizar sus "hazañas" psíquicas.
Su ejecución pública estaba programada para el viernes pasado pero, aunque las noticias no son claras, parece que su decapitación, el método más habitual en ese país de matar a alguien, ha sido aplazada al presentar un recurso a una instancia superior.
Está claro que adivinar el futuro sólo es una práctica exenta de riesgos si eres realmente un adivino, algo que Sibat está claro que no es (un argumento que podría haber usado en el juicio de tener abogado defensor, algo que parece no ocurrió).
El caso está pendiente como tantos otros que probablemente desconocemos y que sólo son posibles con leyes religiosas elaboradas por fanáticos con los que, no hay que olvidarlo, mantenemos "excelentes" relaciones diplomáticas.


Por lo tanto, yerran quienes dicen que la brujería no existe, sino que es algo puramente imaginario, aunque no creen que los diablos existan, salvo en la imaginación de la gente ignorante y vulgar, y los accidentes naturales que le ocurren al hombre los atribuye él por error a un supuesto demonio. Pues la imaginación de algunos hombres es tan vívida, que les hace creer que ven figuras y apariciones reales, que no son otra cosa que el reflejo de sus pensamientos, y entonces éstos son tomados por apariciones de espíritus malignos, y aun por espectros de brujas. Pero esto es contrario a la verdadera fe, que nos enseña que ciertos ángeles cayeron del cielo y ahora son demonios, y debemos reconocer que por naturaleza son capaces de hacer cosas que nosotros no podemos. Y quienes tratan de inducir a otros a realizar tales maravillas de malvada índole son llamados brujos o brujas. Y como la infidelidad en una persona bautizada se denomina técnicamente herejía, esas personas son lisa y llanamente herejes (Malleus maleficarum).

04 septiembre 2008

Mi primer congreso

Había terminado la carrera y defendido la Tesis de Licenciatura. Fue una tarea entretenida que hoy parece lejana. Había procesado los estadísticos básicos en una calculadora del tamaño de una caja de zapatos que usaba tarjetas perforadas de cartón para cargar las rutinas de cálculo. Una función trigonométrica se calculaba en seis o siete segundos. Los resultados no se almacenaban sino que quedaban impresos en largas tiras de papel. Como mi trabajo había sido sobre el clima de Asturias tenía tres tiras de unos un metro de largo de cada una de las estaciones que medían lluvia y temperaturas (unas cincuenta) y una tira de otra centena larga que sólo medía las lluvias. Guardaba estos tiras en rollitos sujetos con una goma elástica en cajas de cartón que me había proporcionado mi tía. Y como mi tía trabajaba en una mercería, las cajas ostentaban un rótulo nada discreto: bragas Princesa. Había que ver la miradas de los visitantes cuando se acercaban a mi rincón en el Departamento de Ecología e intentaban adivinar de qué iba mi trabajo.
Tras defender mi tesina nos planteamos enviar algunos resultados a un congreso. Eran los años, sin internet, sin dinero, sin coche, manejándome bien con el francés pero con escasa idea del inglés. Mi director eligió una reunión nacional a celebrarse en un centro del CSIC en Sevilla pero me avisó de que no podría ir. Por suerte, durante la tesina había conocido a varios colegas de la Universidad de Santiago de Compostela y me puse de acuerdo para el viaje. Yo saldría de Oviedo como pudiera y nos encontraríamos en la Plaza Mayor de Benavente ya que ellos tenían una chata furgoneta Volkswagen donde podríamos incluso dormir para ahorrarnos el dinero del alojamiento. La furgoneta era inconfundible ¿han visto "Cars" en dibujos animados? Pues esa, sí, la que están pensando. Y además pintada a brocha de un bonito color añil.
Madrugué mucho y estaba en la plaza mayor de Benavente a las dos de la tarde más o menos. Buen record porque había salido en auto-stop y sólo había necesitado tres etapas con breves esperas en Pola de Lena y León. Me dispuse a esperar un rato ya que desde Santiago podían emplear unas cuatro horas y habían salido, suponía yo, sobre las diez de la mañana. Pero no. Me dieron las dos, y las tres, y las cuatro... (Sabina copió eso después). A las seis de la tarde anochecía porque estábamos a mediados de diciembre y aquello comenzaba a ser algo alarmante. Por pura casualidad llevaba un trabajo de ellos en la bolsa y encontré su teléfono. Localicé una cabina y llamé a Santiago de Compostela: estaban allí. L me comentó que no habían podido salir porque la furgoneta estaba averiada. Aún así no debía preocuparme porque les habían dejado un coche y saldrían en menos de media hora. Quédate allí -me dijo-. Como si tuviera algún sitio donde ir.
Bueno -pensé- al menos sé que van a tardar unas horas y podré moverme y cenar algo. No recuerdo ese "algo" pero probablamente se pareció mucho a los bocadillos de calamares que tiempo después me servían de cena en la Plaza Mayor de Madrid. Por si acaso, estuve de vuelta en la plaza a las diez de la noche. Ellos llegaron pasada la una de la madrugada. Ni que decir tiene que llegamos a Sevilla, 600 km y nueve horas después, tras un viaje que ya no tengo muchas ganas de recordar.
Obviaré algunos detalles (como el carácter del primer "hotel" que nos aconsejaron en Triana) porque después de este complicado comienzo todo se solucionó bastante bien.
Expuse dos trabajos que hoy parecen banales (uno lo es realmente) pero en aquel momento hacer una análisis de componentes principales podía ser una auténtica pesadilla. Al menos ese análisis representaba un enfoque nuevo que podía interesar. Nadie me hizo ni puñetero caso.
Hoy conservo aún los dos trabajos aquellos que llegaron a publicarse en un libro. Ya no valen nada pero en aquel momento fueron mi primera incursión en la investigación, el mundo en el que luego me sentí más cómodo. Sólo que hoy ya tengo coche, puedo comer en restaurantes y dormir en hoteles. Incluso, a veces, sólo a veces, ya me hacen más caso en los congresos. Una mejora, sin duda.

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